En una
oportunidad como de costumbre iba en el metro–bus rumbo a mi trabajo pude
observar al conductor cuando jugaba a sintonizar la radio y el mismo se topó con
una emisora donde dos mujeres hablaban acerca de “líos de pareja”, y durante el trayecto hacia mi destino escuchaba
a una periodista que entrevistaba a una venezolana residenciada en Madrid que
publicó un libro, que lleva varias ediciones ya, titulado “Mujeres
Malqueridas”.
Lo poco
que pude escuchar, ya que el programa estaba a punto de terminar, fue muy
interesante. Entre ellas, por ejemplo, que una mujer va a una tienda y
encuentra un vestido hermoso, pero por ser hermoso no significa que “necesariamente” le quede bien a ella.
Y muchas mujeres se casan con “alguien
hermoso” pero que no le calza bien. Así también hace referencia a personas
quienes se empeñan en que su negocio siga adelante, cuando las cifras apuntan
lo contrario. Eso también pasa con algunas parejas.
Pero
hubo algo que llamó particularmente mi atención y lo quise compartir con
ustedes queridos lectores. Y es que la persona que llevaba a cabo la entrevista
le pregunta a la otra: Si tú pudieras decir en
una palabra: ¿cuál es el secreto de una
muy buena relación, de una buena relación de pareja, cuál sería esa palabra?. La respuesta fue muy rápida y contundente. Era una
respuesta que no tenía que elaborarse. Ya estaba segura. La palabra que mejor
define una excelente relación de pareja es RECIPROCIDAD. Escuchar aquello me hizo reflexionar de inmediato. Necesitaba tratar
de entender lo que esta señora estaba intentando decir: ¿cómo que, para que exista una “buena relación de pareja”, debía haber
reciprocidad?
¿Qué significa “reciprocidad”? me preguntaba. Y me gustó la forma en que
ella lo definió: “son las relaciones donde
no hay déficit, ninguno le debe al otro”. O sea, podemos hablar de que hay
reciprocidad, cuando los dos sentimos que estamos haciendo el mismo esfuerzo
porque la cosa marche bien.
Desde ese momento, la palabra no ha dejado de estar en mi
pensamiento. Me he dado cuenta que aplica no sólo a las relaciones de pareja,
sino en todo tipo de relaciones. Me he
estado observando de cuidar que no haya déficit con quien interactúo.
Trato de darle a quien me da. Acepto recibir de quien le he
dado. No quiero pedirle mucho a alguien si luego no voy a tener como “darle”.
Igualmente, trato de no darle mucho a quien se puede
incomodar al no tener como retribuirme. De lo contrario, vamos a estar en
desbalance y las relaciones pueden distanciarse.
Esto me
llevó a reflexionar: ¿qué tanto yo VIVO
en reciprocidad con la gente que me da? Y no menos importante: ¿qué tanto puedo estar incomodando al que
le doy mucho y éste no encuentra forma de retribuirme? A veces yo, José G.
Román, puedo estar en una situación de dar, dar, dar mucho y puedo estar
incomodando al otro, que sentirá “estoy recibiendo mucho y no sé cómo
retribuirle” y esto ocasionará que el otro, un día, se aleje.
Esto lo
he observado, verificado y comprobado de muchas formas. Intentaré ilustrarlo
con algunos ejemplos:
Hace
poco se realizó un pequeño evento en donde se presentó una persona que yo conozco,
hubiera podido presentarme y entrar sin pagar taquilla. Opté por pagar el valor
de la entrada, esa persona se sorprendió cuando me vio pero le dije: “Tú me vas a dar unas enseñanzas y yo
quiero que haya reciprocidad, quiero dar algo a cambio de lo que voy a
recibir”.
Tengo
una estimada amiga que la he estado apoyando en la manera de llevar una
relación muy conflictiva con su jefe. Las dos primeras veces que nos vimos, al
tiempo me comentó que le iba muy bien
con su jefe y que esas conversaciones que tuvimos le fueron muy útiles. Yo
sentí mucha satisfacción con su avance. De hecho insistí para vernos unas dos
veces más porque me interesaba. Noté que ella estaba tomando algo de distancia
y no se hacía fácil juntarnos para realizarlas. Me atreví a confrontarla y
comprobé que estaba apenada porque ella no estaba compensándome.
Recientemente
salí con tres personas y para mi sorpresa, quien estaba en peores condiciones
económicas se empeñó en pagar la cuenta. Yo insistí en que no era necesario
pero ella alegó que yo le había enseñado mucho y esa era una forma de
agradecerme. A pesar que yo sabía que era un esfuerzo para ella, la dejé para
que sintiera que estaba en balance. Pero yo también me dediqué a dejarme
regalar. A juicio de ella, yo lo merecía.
Cada vez que salgo con un amigo cercano resulta ser que siempre hace el paro de querer pagar la cuenta pero nunca saca la cartera. Yo ahora evito salir con él.
Muchos
jefes esperan reciprocidad de sus colaboradores ya que para eso les pagan un
salario. Los colaboradores esperan reconocimiento y halago por su trabajo bien
hecho. Cuando esto no sucede, la relación está en déficit.
La
reciprocidad también está presente en los actos de generosidad y caridad.
Aunque en estos casos no esperas nada a cambio, al menos sientes la
satisfacción que te produce la acción. A
veces la sola sonrisa de quien recibe es más que suficiente.
Al final, siempre hay
alguien que pierde cuando no hay reciprocidad. Al contrario, siempre se gana
cuando sí la hay. Desde
entonces, he comprendido que es una palabra que me ha traído paz. También me ha
traído conciencia de los asuntos de los que debo ocuparme.
¿Cómo
estás tú con tu reciprocidad en tus distintas relaciones?, ¿Consideras que
estás en balance?, ¿A quién pudieras estarle dando más de lo que te ha dado? Te
invito a que reflexiones y me dejes saber lo que te surge. Hasta la próxima……… romanjoseg1@gmail.com twitter: @consultfinper1
José G. Román