viernes, 16 de septiembre de 2016

El Efecto Halo

El  “efecto halo” fue respaldado por el psicólogo Edward L. Thorndike en 1920.  El concepto hace referencia a la tendencia natural que tenemos de  seleccionar y generalizar un rasgo positivo o negativo de una persona por la primera impresión.

Esto se debe a que solemos calificar a las personas por su apariencia. Si en el primer contacto se mostró “atractivo”, en su siguiente visita tendremos un concepto ya establecido de la persona, por ello, los especialistas en imagen personal recomiendan asistir a las entrevistas de trabajo muy formales.

El efecto halo suelen tenerla en mayor medida las personas de buena apariencia física, pues, al ser bellos dan la impresión de tener una personalidad adorable. Ello explica por qué las estrellas de cine y los modelos son muy solicitados en la publicidad y el marketing.

En la política, el efecto halo logra explotar otros virtudes, como la buena conversación, el trato amable, la inteligencia  y la generosidad.

Este fenómeno psicológico se trata de juzgar a otro ser humano en concreto, tomando en consideración un solo rasgo, significa que las personas tienden a asociar las características positivas de alguien por poseer una cualidad atractiva para nosotros y al contrario.

El efecto halo puede decirse que es lo que coloquialmente se llama “juzgar un libro por la portada”, es decir, a partir de unas pocas características conocidas presuponemos características que no están necesariamente relacionadas con dicha característica.
De este modo, las investigaciones en el efecto halo continuaron y se encontró que el ser atractivo en una persona era asociado a otras características, es decir, una persona atractiva nos parecerá más inteligente o más a primera vista que una persona no atractiva.

Así, se da que cuando conocemos a una persona las primeras características que conocemos de ella son fundamentales en la imagen primera que nos llevamos de ella; es decir, si las características de esa persona nos parecen entonces la imagen que nos formamos de la persona es buena y viceversa si nos parecen malas. Así, el llevarnos la primera vez una buena o mala impresión de la persona es cuestión de qué tipo de características apreciamos primero de dicha persona.

Otro ejemplo de este efecto es la lectura; cuando comenzamos un libro, el libro nos gusta y motiva a leerlo si al comienzo de él (las primeras páginas) nos gustó y nos sentimos motivados a leerlo, sino después difícilmente nos gustará el libro o nos motivará leerlo.
Es algo a tener en cuenta a la hora de pensar en cómo juzgamos las cosas, dado que a veces podemos prejuzgar mal una persona, un objeto o una relación, porque hemos generalizado vacuamente las buenas características que encontramos al comienzo de él. Así, hemos de estar atentos al efecto halo y no caer es sus consecuencias, prejuzgar sólo por una primera impresión.

El efecto halo en la infancia
El efecto halo es un sesgo cognitivo del cual ya hemos hablado aquí , se trataría de un engaño perceptivo mediante el cual juzgamos a una persona o situación por una característica señalada, generalizándola a toda su realidad.

El ejemplo más significativo del efecto halo es el que se produce con la belleza. Las personas bellas, según los cánones actuales que mandan, son consideradas como más felices, afortunadas, con mayor éxito, etc., que el resto de la población. Esto es extrapolable a tantos campos que me quedaría sin letras: publicidad, marketing, música, cine, televisión, política...

Sin embrago, en esta ocasión, me gustaría centrarme en el efecto halo dentro del contexto de la infancia

La representación más radical del efecto halo en la infancia se produce en las aulas. Nos guste admitirlo o no, prejuzgamos y lo hacemos con los niños también, a fin de cuentas, este es un comportamiento adaptativo. Durante años, nuestros ancestros necesitaban hacer evaluaciones rápidas de las personas para detectar posibles enemigos, amigos, potenciales parejas, etc. Este hecho resultó ser esencial en nuestra supervivencia y por consiguiente se transmitió en nuestro código genético, por eso es tan difícil no caer en el prejuicio, y el efecto halo, como todo sesgo cognitivo se ceba con el estereotipo.

De este modo, es a los docentes a quien más incurre este sesgo perceptivo, especialmente a la hora de etiquetar al alumnado. Sé que es difícil admitirlo, pero está en nuestra naturaleza, las primeras impresiones que recibimos de los niños determinan en muchos contextos la evaluación que de ellos hagamos y si las pruebas a las que los sometemos no son sistemáticas y objetivas, tendemos al etiquetado.

Si potenciamos lo positivo que cada niño tiene, si elegimos tomar el efecto halo en nuestro beneficio, podemos lograr lo que en psicología social se conoce como profecía autocumplida, es decir, si valoramos a nuestra infancia y los motivamos para que se consideren buenos y competentes, esto mismo se producirá sólo por el hecho de que nosotros lo hayamos sugerido. 

El efecto halo en el aula

El efecto halo en educación es más común de lo que se piensa; el maestro pone las famosas "etiquetas" a sus alumnos "el bueno", "el malo", "el listo"... y por desgracia, aunque esto se haga sin intención ocurre, puesto que nuestro cerebro está realizando constantemente exámenes de lo que ocurre a nuestro al rededor y de las personas de nuestro entorno. Ahora bien, el buen maestro debe conocer esta realidad y tratar de actuar de modo profesional y siendo lo más objetivo posible.

Si pensamos que un alumno es brillante nuestras propias expectativas tenderán a cumplirse ya que el niño percibirá que le valoramos y se esforzará más, así mismo el propio maestro le facilitará el acceso a los buenos resultados sin tan siquiera percatarse.

¿Has escuchado esa frase de "Cría fama y échate a dormir"? pues lo cierto es que encierra una inmensa verdad, la mayor parte de personas se quedan con las primeras impresiones que reciben de los sujetos sin pararse a ir más allá. Es complicado cambiar esas primeras impresiones pero es estrictamente necesario, más aún en el ámbito educativo.

Los docentes deberían olvidarse por completo de etiquetar, aunque de algún modo sea inevitable, tenemos que tener confianza en que cada uno de nuestros alumnos son especiales y los mejores en aspectos diferentes; si no tenemos expectativas positivas hacia ellos estaremos poniendo piedras en su camino y esto ocurre desde las edades más tempranas, sólo hay que ver cuando a un niño siempre le llaman "malo" al final acaba siendo el más malo entre los malos ¿y esto por qué ocurre? Los adultos somos de vital importancia en la creación del autoconcepto de los niños en la infancia y en la adolescencia, se verán reflejados en nuestras palabras e incluso en nuestros gestos.

Si tenemos que poner etiquetas que sólo sean positivas, "el que canta bien", "el que pinta bien"... y siempre sin comparar, porque nosotros, los padres, docentes y demás implicados en el proceso de enseñanza aprendizaje cumplimos un papel crucial en el desarrollo de la personalidad de nuestros pequeños y no tan pequeños.

No olvidemos que las expectativas tienden a cumplirse, sabiendo esto, ¡tengamos las mejores expectativas para conseguir el máximo potencial de cada individuo! Hasta la próxima….  romanjoseg1@gmail.com  Twitter: consultfinper1

José G. Román



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